viernes, 11 de junio de 2010

La eficacia de la ortodoxia


La guerra con Clarín está llegando a su clímax. Así lo muestra la aceleración del análisis de ADN de los hijos adoptivos de Noble y del dictamen de la Corte Suprema sobre la suspensión de la Ley de Medios. Así lo muestra, también, la ortodoxia militante de 6, 7, 8, observable no solo en la machacanería en torno a Marcela y Felipe sino también en la rigidez cartoneril del nuevo logo del programa. Este no es un post sobre 6, 7, 8, pero me permito la digresión de defender el programa frente a cierta actitud crítica que pulula por la blogósfera nac & pop. Allí (aquí, perdón) se valora más la respuesta de un Boudou en un programa de algún multimedio -de dudosa eficacia- que los archivos insistentes destinados a invitados que se parecen mucho. Hay algo cierto: el supuesto debate en torno al tape muchas veces no es más que superponer capas y capas de un retórica bastante insulsa. 6, 7, 8 no le propone al espectador que escuche las dos campanas y elija cuál le suena más nítida, o más contundente. No produce el debate, sino que más bien lo escenifica. Pero el target del programa es bien claro: la clase media progresista que se acostumbró a la desilusión (Alfonsín, la Alianza) y que sabe subirse al tren cuando algo interesante pasa en la política (y en los medios). Esa es la palabra de la class media: "interesante". Y esa clase gusta de la retórica: no le embola que Estela de Carlotto sea parte del decorado. Los Derechos Humanos son su jerga. 6, 7, 8 es un producto para una sector del mercado (perdón, sociedad) bien definido y concreto. Y en tiempos de intensa diversificación de la demanda (ah, porque en "lo económico", los noventa siguen), allí reside su eficacia política.

(Como se habrán dado cuenta, la digresión se comió el post. En la próxima va la reflexión inicial).

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