jueves, 18 de febrero de 2010

Ezeiza y choripán


Una neblina húmeda campea sobre Ezeiza. Una piba linda y arreglada que está acompañada por una señora que probablemente sea su madre se acerca al puesto con la intención sabida de comprar unos choripanes. Es una día de fiesta; la fiesta de la familia popular. En los pocos minutos que dura la transacción, se escuchan unos disparos. La joven le pregunta al vendedor qué pasa, aunque ya se lo imagina, lo sabe, lo toma con "naturalidad", ese es el barro político que amenaza con hacerse evidente ese día brumoso de la historia, un día "de Billiken". El vendedor de choripanes hace un comentario cómplice: "No es nada, vio cómo son estos muchachos..." La piba y la señora tendrán que rajar en poco tiempo de ahí, y el vendedor también. La señora, vieja militante peronista, querrá quedarse, pero su hija, conocedora de las dificultades de la coyuntura, la obligará a salir rápidamente de ahí.
Esa es la parte que más me gustó del capítulo CFK de Presidentes de Latinoamérica. No se trata solamente de la articulación gastronómica de la disputa por el sentido del peronismo y su realización política en 1973. El choripán, el consenso tácito entre la piba y el vendedor, es el lenguaje político por excelencia. Cristina Fernández cuenta los setenta con humor, no con dramatismo. La historia se repite como comedia, y el recuerdo tendrá necesariamente una forma adecuada a su objeto. Idealizar es construir(se) una imagen cerrada, estática y homogénea del mundo. Frente a esa imagen, la contrastación necesariamente política entre la teoría y la práctica se convierte en rechazo evasivo, en edificación de un mundo feliz que solo devuelve frases cristalizadas y complicidades ciertas. La tragedia es una entelequia; Haití no es un terremoto. El humor es crítico, pone en crisis interpretaciones transparentes y perfectas. El humor es brumoso, es la bruma que amenaza con hacer evidente el barro.

4 comentarios:

  1. Buenísimo Lucho. felicitaciones por el blog!

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  2. Gracias, Matías. Ya te pediré consejitos para conocer mejor esta dinámica. Un abrazo, L.

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  3. Al leerlo recorde una nota de Martín Caparrós, es raro como Nestor y Cristina se paran ante los 70, por su militancia, ellos en 1983 seguro votaron a Luder como presidente, o sea a quien proponía mantener el decreto de autoaministia de los milicos para que sus crímenes no sean juzgados...

    "Celebrar el 24 de marzo también se inscribe en uno de los rasgos más penosos del gobierno kirchnerista: los setentas como justificación. Un gobierno de centro que mantiene una desigualdad extrema se llena la boca, se legitima con el recuerdo de los que murieron porque querían un país igualitario. Y hasta se permiten decir que están “cumpliendo sus sueños” –lo dijo Néstor Kirchner– cuando inauguran quinientos metros de asfalto y una docena de faroles en un pueblito de provincias. Seremos la quintaesencia del capitalismo de amigos, pero honramos a los compañeros caídos, no se vaya a creer, y descolgamos cuadros de milicos y a veces incluso los juzgamos. Total, lo que ellos consiguieron con su violencia –este país, este orden social– no hay quien lo cambie, o por lo menos no nosotros..." (M.Caparrós)

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  4. Nicéforo: ¿es raro cómo Néstor y Cristina se paran ante los setenta porque no reivindican el militarismo guerrillero, porque saben distinguir entre una época de radicalización social y una de repliegue social, porque no creen que los jóvenes de los setenta fueron tiernos muchachitos que soñaban con un mundo mejor y fueron arrasados por el horror? Los Kirchner recuperan una tradición de los setenta, no por cierto la de la guerrilla marxista pero sí la del peronismo de izquierda. La política de DD.HH. (mucho más que "descolgar un cuadro") no tiene la intención de generar consenso, sino habilitar un proceso de transformación social imposible sin juzgar a los militares. Para el tópico pinosolanista del "todo-sigue-igual", podés leer la otra entrada del blog, que trata sobre eso. Un saludo, L.

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